Me ven ahora

31 de marzo de 2013

Homero Aridjis / Ajedrez, Córdoba, Año Mil

Es la última noche del mundo
Un cristiano y un musulmán juegan al ajedrez en una tienda. Ilustración del Libro de los juegos, segunda mitad del siglo XIII.

AJEDREZ, CÓRDOBA, AÑO MIL

Es la última noche del mundo.
Al pie de los muros de Córdoba
un monje cristiano y un guerrero moro
juegan una partida de ajedrez.

Un caballero negro galopa
los caminos helados de la tierra.
Un visionario salido de una cueva
ha abierto los siete sellos.

Las siete trompetas han sonado.
Las siete lámparas se han prendido.
Los difuntos emergen de sus tumbas.
Una reina negra absorbe la luz del mundo.

Parado sobre una torre blanca
El ángel vengador levanta la espada.
Qué estampida de peones pasmados.
Qué caída de alfiles aislados.

Los jugadores apuestan la vida.
Pasa la noche.
Sale Sol negro.
Nadie gana nada.

Sábado 7 de octubre y viernes 1 de diciembre de 2006. Sueño tenido dos veces

Homero Aridjis

Diario de Sueños, 2011


30 de marzo de 2013

Eugenio Montejo / Lo Nuestro

 
Eugenio Montejo
Émile Friant Les amoureux, Museo de Bellas Artes de Nancy

Poema # 466

Lo nuestro.


Tuyo es el tiempo cuando tu cuerpo pasa
con el temblor del mundo,
el tiempo, no tu cuerpo.

Tu cuerpo estaba aquí, tendido al sol, soñando,
se despertó contigo una mañana
cuando quiso la tierra.

Tuyo es el tacto de las manos, no las manos;
la luz llenándote los ojos, no los ojos;
acaso un árbol, un pájaro que mires,
lo demás es ajeno.

Cuanto la tierra presta aquí se queda,
es de la tierra.

Sólo trajimos el tiempo de estar vivos
entre el relámpago y el viento;
el tiempo en que tu cuerpo gira con el mundo,
el hoy, el grito delante del milagro;
la llama que arde con la vela, no la vela,
la nada de donde todo se suspende,
eso es lo nuestro.

Eugenio Montejo.
Poemario: Adiós al siglo XX

29 de marzo de 2013

Mi amor

Eugenio Montejo

MI AMOR

                 En otro cuerpo va mi amor por esta calle,
                 siento sus pasos debajo de la lluvia,
                 caminando, soñando, como en mí hace ya tiempo...
                 Hay ecos de mi voz en sus susurros,
                 puedo  reconocerlos.
                 Tiene ahora una edad que era la mía,
                 una lámpara que se enciende al encontrarnos.
                 Mi amor que se embellece con el mar de las horas,
                 mi amor en la terraza de un café
                 con un hibisco blanco entre las manos,
                 vestida a la usanza del nuevo milenio.
                 Mi amor que seguirá cuando me vaya,
                 con otra risa y otros ojos,
                 como una llama que dio un salto entre dos velas
                 y se quedó alumbrando el azul de la tierra.

Eugenio Montejo

28 de marzo de 2013

"La tierra giró para acercarnos" Eugenio Montejo


LA TIERRA GIRÓ PARA ACERCARNOS

La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño
como fue escrito en el Simposio.

Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.

Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.

La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

Eugenio Montejo

Un fragmento de este poema es recitado en la película "21 gramos"

25 de marzo de 2013

Ítaca (Poema de Eugenio Montejo)

Eugenio Montejo
Por esta calle se va a Ítaca

(Caracas,19 de octubre de 1938 - Valencia, 5 de junio de 2008)

A continuación; me permito compartir un poema, que es a su vez, una relectura de otro gran poema: "Ìtaca" de Constantinos Kavafis, que es una relectura del poema;homérico: "La Odisea",;que es una lectura de ese universo mítico-griego. ¿Un poema en el espejo de otro poema? ¿Diálogo;entre poemas u objetos verbales y, a su vez, comunión entre poetas? Su autor: Eugenio Montejo, es un poeta venezolano, nacido en 1938 y recupera la condición marginal,subterránea y, un tanto sagrada de la poesía.

En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura. Uno de sus poemas es citado en la película 21 gramos, del director mexicano Alejandro González Iñárritu.

ÍTACA

para un homenaje a C. Cavafis

Por esta calle se va a Ítaca
y en su rumor de voces, pasos, sombras,
cualquier hombre es Ulises.

Grabado entre sus piedras se halla el mapa
de esa tierra añorada. Síguelo.

El pájaro que escuchas está cantando en griego;
no lo traduzcas, no va ahorrarte camino.

Aquellas nubes vienen de su mar, contémplalas;
son más puros los cielos de las islas.

Por esta calle, en cualquier auto,
hacia el norte o el sur se viaja a Ítaca.
En los ojos de los paseantes arde su fuego,
sus pasos rápidos delatan el exilio.

Aún sin moverte,como estos árboles
hoy o mañana llegarás a Ítaca.

Está escrito en la palma de tu mano
como una raya que se ahonda,
día tras día.

Aunque te duermas, despertarás en Ítaca;
la lluvia de este valle, todo lo arrastra
despacio, hasta sus puertas.

No tiene otro declive.
Ya puedes anunciarnos tu llegada, buscar hotel,
dar al olvido tu destierro.

Por esta calle no ha cruzado un hombre,
que al fin, no alcance su paisaje.

Prepara el corazón para el arribo,

Una vez en su reino, muestra tu magia.
será el reto supremo del exilio.

A ese mar no se miente. La furia de sus olas
todo lo hace naufragio. Pero no te amilanes.

Demuéstranos que siempre fuiste Ulises.

Alfabeto del mundo, 1986


Cada hombre lleva su Ítaca tatuada sobre su corazón en alguno de sus sueños. Desde su nacimiento se sabe en tránsito hacia ella.


Aun sin moverte llegarás a Ítaca: el vuelo o el viaje es una parábola cuya enseñanza secreta es la vuelta al centro y al lugar, que no está propiamente en la tierra, superficie o profundidad del planeta, sino en la terredad, destino obscuro de cada ser terrestre que atrae a cada ser a su centro y lo religa a su mundo.



Marina Tsvietáieva, Poemas

Poemas
Obra Pictórica: "Marina Tsvietáieva", Esther Rodríguez Cabrales

Marina Ivánovna Tsvetáyeva (en cirílico Марина Ивaновна Цветaева) fue una destacada poetisa rusa (26 de septiembre de 1892 - 31 de agosto de 1941).

Me dirijo exigiéndote
y pidiendo que me amen.


Días y noches hablando y escribiendo:
La verdad que se afirma o que se niega.
La tristeza me invade con frecuencia.
Con sólo veinte años.

Me espera –ya lo sé–
El seguro perdón por las ofensas,
por toda mi irrefrenable ternura
y por mi aire demasiado altivo.


Por la velocidad de los sucesos,
Por la verdad y el juego…
Me tienen que escuchar.
Y amarme antes que muera

8 de diciembre e 1913

AMIGA


Bajo la manta de felpa
evoco el sueño de ayer.

¿Qué, de quién fue la victoria?
¿Quién se dejó vencer?


Otra vez el recuerdo,
otra vez el dolor.

Lo que no tuvo nombre,
¿puede llamarse amor?


¿Quién fue cazador? ¿Quién presa?
¡Todo endiablado, al revés!

¿Qué oyó el gato siberiano
ronroneando a placer?


En aquel duelo obstinado,
¿qué mano daba el saque?
De los dos corazones,
¿cuál volaba a galope?


Con todo, ni sé qué fue,
qué quiero, o por qué me quejo.
Sigo sin saber: ¿vencí
o me vencieron?


23 de octubre de 1914

(A Alia, su hija)


Algún día, criatura encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,

perdido allá, en tus ojos azules,
en la lejanía de tu memoria.

Olvidarás mi perfil aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,


y mi eterna risa que a todos engaña,
y una centena de anillos de plata


en mi mano, el altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden…


Por la desgracia alzadas, en el año terrible,
Tú eras pequeña y yo era joven.


Noviembre de 1919

REGRESO DEL LÍDER



El caballo… cojo.
La espada… oxidada.
¿Quién es el líder
jefe de multitudes?


Paso –una hora –.
Respiro –un siglo–.
Mirando hacia lo bajo,
donde se encuentran todos,.

Enemigo o Amigo
espina o Laurel.
Todo sueña.
El Caballo es él.


El caballo… cojo.
La espada… oxidada.
La capa, vieja.
das derecho el cuerpo.


3 de julio de 1921


Cruel edad,
Amor perseverante.
Manos: resplandor y sal.
Labios: azabache y sangre.


Trueno en el pecho izquierdo,
en la frente resentido.
Así –la frente en la piedra–,
¿quién te ha amado?


¡Adiós, intenciones! ¡adiós, ficciones!
Aquí –alondras–, aquí –madreselva–,
aquí –con las manos llenas–, entregada
a mis salvajadas –y a mis sedas–,
a mi arcoíris de llanto,
a mis murmullos, tanteos…

¡Vida querida!
¡Deseosa todavía!
Recuerda el peso
En el hombro derecho.

Rumores anochecidos…
¡Con las aves me levanto!
Mi radiante plumazo
surca tu manuscrito.

12 de junio de 1922

La vida miente inimitablemente:
más allá de la espera, la mentira…
Mas por el temblor en todas las venas
¡podrás distinguir la vida!

Es como echarse sobre el trigo: zumbido, azul…
(¡Aunque sea echar mentiras!) –calor, atalaya…
Rumor, en la madreselva, de cien rejos.
¡Alégrate! – ¡Es un llamado!
y no me reprendas, amigo mío.
Tan fascinante están nuestras almas,
que ya la frente se abisma en el sueño.
Di, ¿por qué, si no, cantabas?


En el libro blanco de tus silencios,
en la arcilla salvaje de tus “sí”–
callada agacho la frente
porque mi palma es la vida.


8 de julio de 1922

HILOS


Paciencia: así la piedra rompen.
Paciencia: así la muerte esperan.
Paciencia: las noticias maduran.
Paciencia: que la venganza llega.

Te esperaré –con los dedos anudados–
Así la Soberana espera su mancebo.
con paciencia, como la rima esperan;
con paciencia, se les roen las manos.

Te esperaré –la mirada en la tierra.
Dientes los labios. Pasmo. Piedra.

Con paciencia, como el placer prolongan.
Con paciencia, como ensartan las cuentas.


Crujido de trineo; crujido en una puerta.
Estruendo del viento.
Llegó el más alto decreto:
cambio de reinado: el cortesano vuelve.


Y la casa:
No es terrestre
pero es mía.

27 de marzo de 1923

Traducción Lola Díaz. Versión Severo Sarduy.


Fuente: Marina Tsvietáieva, "Antología poética". Poesía Hiperión. Madrid, 1996.

Jesús Munárriz / Seis poemas

Jesús Munárriz (1940-).  Nació en San Sebastián en 1940, de padres navarros, vivió en Pamplona hasta 1957. Desde entonces reside en Madrid.

 Carmen Rueda Florido

Homenaje

Aquella veinteañera de hace un cuarto de siglo,
marcada antes de tiempo por la vida,
aún reciente la herida
y en los ojos las sombras del peligro,
es esta compañera, esposa, amada, amante,
cómplice, madre, musa y copiloto,
cuyo control remoto
anima al mundo entero a ir adelante,
que, por que vivan otros, de su vida se olvida,
que prefiere a su júbilo el ajeno,
y con pulso sereno
cuanto toca endereza y reaviva.
Y yo, sin merecerla,
disfruto de la suerte de quererla.

Sólo amor.
Bartleby. Madrid, 2008.

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Carmen Rueda Florido Prostituta del sigloXXI

Aquel fulgor (saikaku)

Soy una prostituta japonesa
del siglo diecisiete,
joven, bella.

Hago el amor a un comerciante
para quien quemo áloe, templo sake
y samicén, y desciño mi faja
lentamente.

El fulgor en la noche.

De amanecida pedirá papel,
pincel, le haré la tinta,
y esbozará unos signos
elegantes.

Hallaré aquella noche varios siglos más tarde
leyendo a Saikaku.

Aquel fulgor.

(De Otros labios me sueñan, 1982)

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Cuentacuentos
             
Te contaremos cuentos, hija,
como a nosotros nos contaron,
cuentos de niñas y de lobos,
cuentos de hadas y de diablos,
te contaremos las historias
que a nosotros nos encantaron,
las de princesas y de príncipes,
las de gigantes y de enanos,
las que a otros mundos y a otras vidas
y a otros días nos transportaron,
te contaremos muchos cuentos,
como a nosotros nos contaron,
los cuentos con que, siendo niños,
ojos abrimos como platos,
los que por caminos de ensueño
nos guiaron, bellos y raros.

Te contaremos cuentos, hija,
para que vivas el pasado
y sepas ser en el futuro
del viejo rosal, el brote más alto.

(De Disparatario, 2001)

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Exposición
               
De las niñas que fueron sus mamás
quedan nombres en lápidas, apenas.

Les han sobrevivido sus muñecas,
éstas que con miradas de cristal
y permanente asombro
hoy nos ven contemplarlas, desfilar
ante sus pequeñeces
y en nuestros rostros buscan
algún rasgo de aquéllas que las querían suyas,

tal vez nuestras abuelas.

(De Artes y oficios, 2002)
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¿Qué oyes? 

                                                         A Hilda y Gonzalo Rojas


-¿Qué andan diciendo por ahí? ¿Qué oyes?
¿De algún viejo bohemio la voz bronca?
¿La dulce de su dulce compañera?
¿La del demente, lógica?
¿La voz del solitario entre la muchedumbre
mansa, terca, sorda?
¿La parca del prudente?
¿La cansina del descorazonado?
¿Qué voces son? ¿Qué dicen?

Escucha, hablan de seres
que pasaron y no quieren pasar
a vida mejor
muda.
¿Qué voz oyes?
¿Qué voces?

Vivos los muertos siempre en tus oídos,
están mirando por tus mismos ojos
cuanto florece:
santo campo, tu frente
da tierra a sus palabras.

Oyes sufrir y oyes amar, las voces
del viento en otros labios
van diciendo qué fue, cómo fue,
cómo has sido.

De: Otros labios me sueñan
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Monólogo del renegado              

                                                                                        A Emilio Sola

-Navarro de nación, turco de oficio,
sirvo al sultán y del sultán me sirvo.

Nací noble en un valle en que todos lo son.
A los catorce años un clérigo, mi ayo,
me azotó ante testigos.
Lo atravesé con la ballesta. Huí.
Me apresaron los turcos rumbo a Italia.
Barbarroja me amó. Fui su bardax.
Hoy me llaman Alí. De mi prepucio
dieron cuenta los peces. No me pesa.
Nunca soñé poder disfrutar tanto
cuando mi ayo me molía a palos
de roble pirenaico.
Por lo que peco ahora en una noche
la Inquisición me turraría vivo
y llevo algunos años ejerciendo.
Aquí soy uno más. Y poderoso.

Me llamáis renegado. Más renegué de joven.
Sirvo al sultán. Vosotros a Castilla.
No alardeéis de nada. Soy más libre, paisanos,
que vosotros.
Olvidando mi nombre, vengaréis mi memoria.
Pues soy turco y navarro. Mal que os pese.

 De: Otros labios me sueñan

21 de marzo de 2013

Francisco Javier Irazoki


El poeta Francisco Javier Irazoki fue periodista musical en Madrid. Publicaba en Disco Expres (bajo la dirección de Erwin Mauch) y en El Musiquero, revista dirigida por José María Íñigo. Formó parte de CLOC, grupo de escritores surrealistas. Desde 1993, Irazoki reside en París, donde ha cursado diversos estudios musicales: Armonía y Composición, Historia de la Música, etc. Escribe la columna Radio París en El Cultural, suplemento del diario El Mundo

CITAS CON EL DICTADOR

Recibo la visita de mi enemigo.
Llevaba algunos años sin verlo
y, con algo de lástima, examino
su aspecto arruinado por la edad,
su traje de olvidada moda,
su valija de oscuridad inocente.
Aunque en lejanas geografías,
hemos envejecido juntos.
Nos saludamos con sorna que calcula
el mutuo hundimiento.
Yo, la víctima, sólo he abandonado
los dones momentáneos de la juventud.
A él, mi verdugo, el tiempo le ha roído
los cimientos de toda fuerza:
el misterio que impone su distancia a los otros.
Dolor, he aprendido tus maquillajes.
Construí un refugio de resistencia
en la penumbra que fuiste
durante las horas de tiranía.
Ahora, dolor, déspota senil,
me observas con inquina endeble
que parece un achaque de tu ocaso,
te contesto sin levantar la voz,
con odio liso.
Casi me apena cuando quiere amenazarme
con esa luz vaciada.

(Del libro Retrato de un hilo, Hiperión, 2013)


19 de marzo de 2013

François Villon Ballade des dames du temps jadis ("Balada de las damas de antaño")



La Ballade des dames du temps jadis ("Balada de las damas de antaño") es un poema compuesto por François Villon que conmemora a mujeres célebres de la historia y la mitología. También es un ejemplo prominente del tema "Ubi sunt?". Forma parte de su obra mayor, el Grand Testament. Villon llamó a esta sección Ballade. El título des dames du temps jadis fue incorporado por Clément Marot en su edición de 1533 de los poemas de Villon.

Dictes moy où, n'en quel pays,Decidme, dónde, en qué país
Est Flora, la belle Romaine;está Flora, la bella romana;
Archipiada, ne Thaïs,Archipiada  y Thaís
Qui fut sa cousine germaine;quien fue su prima hermana;
Echo, parlant quand bruyt on maineEco, que hablas cuando el ruido mana
Dessus rivière ou sus estan,sobre el río o en el estanque,
Qui beaulté ot trop plus qu'humaine?¿quién tuvo belleza más en demasía que humana?
Mais où sont les neiges d'antan!¡Mas dónde están las nieves de antaño!

Où est la très sage Helloïs,¿Dónde está la muy sabia Eloísa,
Pour qui fut chastré et puis moynepor quien fue castrado y después monje,
Pierre Esbaillart à Saint-Denis?Pedro Abelardo en Saint-Denis?
Pour son amour ot cest essoyne.Por su amor tuvo esta desgracia.
Semblablement, où est la royneIgualmente, ¿dónde está la reina*
Qui commanda que Buridanque mandó que Buridán
Fust gecté en ung sac en Saine?fuese tirado en un saco al Sena?
Mais où sont les neiges d'antan!¡Mas dónde están las nieves de antaño!

La royne Blanche comme lis,La reina Blanca como el lirio,
Qui chantoit à voix de seraine;que cantaba con voz de sirena;
Berte au grant pie, Bietris, Allis;Berta, la del pie grande, Beatriz, Alix;
Haremburgis qui tint le Maine,Aremburga quien tuvo el Maine,
Et Jehanne, la bonne Lorraine,Juana, la buena lorena
Qu'Englois brulerent à Rouan;a quien los ingleses quemaron en Ruan;
Où sont elles, Vierge souvraine?¿dónde están, Virgen soberana?
Mais où sont les neiges d'antan!¡Mas dónde están las nieves de antaño!

Prince, n'enquerez de sepmainePríncipe, no averiguaréis en una semana
Où elles sont, ne de cest an,dónde están, ni en todo el año,
Qu'à ce reffrain ne vous remaine:que a este estribillo no os lleve:
Mais où sont les neiges d'antan!¡Mas dónde están las nieves de antaño!




Archipiada : se trata, seguramente, de Alcibíades, general griego (siglo V a. JC), que fue considerado mujer durante la Edad Media debido a ciertos. comentarios, malinterpretados, de Boecio y de sus seguidores.

Thaís : mujer de vida disoluta que se arrepintió de sus muchos pecados, convencida por un ermitaño. Se retiró a un convento y murió al poco tiempo. No tuvo nada que ver con Flora.

 Eco : ninfa que fomentaba los amores de Júpiter (Zeus) y las ninfas llevando misivas entre los enamorados. Juno (Hera), mujer de Júpiter (Zeus), la condenó a no poder repetir más que la última sílaba de cuanto le contaran.

 Eloísa y Pedro Abelardo ( Heloys , Pierre Esbaillart ): Pedro Abelardo (1079-1142) fue un famoso filósofo, más conocido en la actualidad por sus amores con Eloísa (1107-1164). Abelardo comenzó sus enseñanzas en Melun y, después de recorrer diversas  ciudades, llegó a París, despertando los celos y envidia de sus colegas. En esta ciudad fue canónigo de Notre Dame y preceptor de Eloísa, muchos años más joven que él: muy pronto nació una gran pasión amorosa entre los dos. Eloísa se casó en secreto con Abelardo y tuvieron un hijo. Fue entonces cuando Fulbert, tío de Eloísa,se vengó de Abelardo castrándolo  tal como recuerda Villon. Los dos amantes ingresaron en sendos conventos y mantuvieron correspondencia apasionada hasta la muerte de Abelardo. Fueron enterrados juntos.

 Buridán : fue profesor parisino. Según una leyenda, cierta reina navarra (tal vez Juana, mujer de Felipe el Hermoso, muerta entre 1304 y 1305) mantenía relaciones adúlteras con el profesorado parisino; para que no se descubrieran, tiraba a sus amantes al Sena.

 La reina Blanca : es, posiblemente, Blanca de Castilla (1185-1252), madre de San Luis (IX), mujer de voluntad férrea y buenas palabras. 

Berta, la del gran pie : fue -según las leyendas- la madre de Carlomagno y protagonista de un cantar de gesta que lleva como título el nombre de la reina. Beatriz y Alís : son, también, personajes épicos. Harenburgis : es Arembour, condesa del Maine.

 Juana, la lorenesa buena y brava : es Juana de Arco; nació en 1412 y fue adalid de las fuerzas que resistieron a los ingleses al final de la Guerra de los Cien Años. Murió en la hoguera en 1431

Cuatro poetas Navarros


AVELLANA

Con el sombrero de Verdi
y el níveo maquillaje de Marceau
desde la atalaya medieval de Altaffaylla
aventar una bandada de mimosas.
Con la risa transcribir un pentagrama
en pulida laja de rodonita. Construir
para él una choza lustrosa de avellana.
Ventanas de luna y sol. Vivaces visillos
tejidos por Aracne. Y un huerto
de tierra arija para las habas tiernas.

Marina Aoiz

VIENE LA NIEBLA

Estas bonita ahora
que noviembre
pone su mano fría en tu cabello:

despeinada y cansada
un poco por todas las cosas
y un poco por amor:

vistiéndote despacio, la distancia
de esa blusa, tu falda
hecha de horas:

en este cuarto hacia el que
viene la niebla

ahora que atardece y la ciudad
se llena de misántropos.

Fernando Luis Chivite


CARTA AIRADA DE MADAME DE LA MILLETTE A FEDERICO CHOPIN


He pasado el invierno agazapada
coleccionando aceros, cerbatanas, cascos, estratagemas,
mientras Fontainebleau se vuelve rosa.
Y te has largado con ese marimacho
a pasear la tisis por las islas.
He mantenido a raya a tu editor, al sastre,
a las criadas...
Ingrato, he quemado tus cartas sobre el piano
y me afano en cortar tus partituras
para odiar el vacío de tus dedos.

Ayer soñé, tu mano, trémulamente, Federico...

Maite Pérez Larumbe

EL NOMBRE BORRADO (LATHE BIOSAS)

Vive a escondidas, pasa
y jamás te detengas;

no les digas tu nombre,
ningún vicio te falte nunca por conocer,
que eres hombre, recuerda,
valeroso hasta la temeridad

sobre el terreno inverna o en remoto castrum,
bien colmado has de ir
de favores y de facilidades;

que probases Fortuna
si emprendes otra ruta,
creer no quieras malas intenciones,
ningún paso más dieses en esa dirección;

en secreto expátriate,
atráete el rencor,
allende vaga con nombre supuesto,
déjate en vilo desierto de ciencia
y en el retiro del mundo recógete;
de madrugada asomado al balcón
recita versos a los transeúntes,
arde con ese brillo
de la vela ya próxima a extinguirse;

si ves llegar la muerte
ve tu liberación llegar con ella

Alfredo Rodriguez

18 de marzo de 2013

Louis Aragon Il n'y a pas d'amour heureux Versión Bilingüe



Il n'y a pas d'amour heureux


Rien n'est jamais acquis à l'homme Ni sa force
Ni sa faiblesse ni son coeur Et quand il croit
Ouvrir ses bras son ombre est celle d'une croix
Et quand il croit serrer son bonheur il le broie
Sa vie est un étrange et douloureux divorce
          Il n'y a pas d'amour heureux

No hay ningún amor feliz

El hombre nada adquiere jamás; Ni su ternura
Ni su amor ni su fuerza ;Y cuando abre los brazos
La sombra que proyecta es una cruz oscura
Y si abraza su dicha la destroza en pedazos
Su vida es una extraña y espantable locura
                No hay ningún amor feliz


Sa vie Elle ressemble à ces soldats sans armes
Qu'on avait habillés pour un autre destin
A quoi peut leur servir de se lever matin
Eux qu'on retrouve au soir désoeuvrés incertains
Dites ces mots Ma vie Et retenez vos larmes
          Il n'y a pas d'amour heureux

Su vida se parece a un inerme soldado
Que para otra estrategia ha sido preparado
Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed
Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado
Decid «mi pobre vida» y el llanto contened
                  No hay ningún amor feliz


Mon bel amour mon cher amour ma déchirure
Je te porte dans moi comme un oiseau blessé
Et ceux-là sans savoir nous regardent passer
Répétant après moi les mots que j'ai tressés
Et qui pour tes grands yeux tout aussitôt moururent
          Il n'y a pas d'amour heureux


Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido
Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto
Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido
Que mis propios poemas tras de mí han repetido
Y que ya por tus ojos varias veces han muerto
                   No hay ningún amor feliz


Le temps d'apprendre à vivre il est déjà trop tard
Que pleurent dans la nuit nos coeurs à l'unisson
Ce qu'il faut de malheur pour la moindre chanson
Ce qu'il faut de regrets pour payer un frisson
Ce qu'il faut de sanglots pour un air de guitare
          Il n'y a pas d'amour heureux

El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado
Que lloren en la noche nuestros dos corazones
Por el dolor que esconde cada recuerdo amado
Las tragedias que nutren el éxtasis soñado
Los sollozos que impregnan las menores canciones
                    No hay ningún amor feliz


Il n'y a pas d'amour qui ne soit à douleur
Il n'y a pas d'amour dont on ne soit meurtri
Il n'y a pas d'amour dont on ne soit flétri
Et pas plus que de toi l'amour de la patrie
Il n'y a pas d'amour qui ne vive de pleurs
          Il n'y a pas d'amour heureux
          Mais c'est notre amour à tous les deux

Louis Aragon (La Diane Francaise, Seghers 1946)


No hay amor que no aflija al par que desespera
No hay amor que no se halle mezclado a su dolor
No hay amor que no espante No hay amor que no hiera
No hay amor que no viva de lágrimas y espera
Y el amor de la patria lo mismo que tu amor
                     No hay ningún amor feliz
               Pero este es nuestro amor

Versión de: Andrés Holguín

El poeta William Somerset Maugham

William Somerset Maugham
Écija (Sevilla)

El Poeta


No siento gran interés por la gente célebre, y no puedo soportar a esas personas que tienen la pasión de codearse con las grandes figuras.

Cuando alguien me propone presentarme a una persona que se distingue de sus semejantes, ya sea por su categoría social o por sus proezas, trato por todos los medios de buscar una excusa aceptable que me permita evitar el honor del encuentro. Por lo tanto, cuando mi amigo Diego Torre dijo que iba a presentarme al señor de Santa Ana rehusé inmediatamente.

Este señor de Santa Ana no era sólo un renombrado poeta, sino también una figura romántica y, a pesar de todo, me hubiese gustado saber cómo sería en la pobreza un hombre cuyas aventuras, por lo menos en España, eran legendarias. Pero supe al mismo tiempo que era ya un anciano y que estaba enfermo, y no pude menos de pensar que hubiese sido para mí una molestia tener que encontrarme con un desconocido y extranjero a la vez.

Calixto de Santa Ana, que así se llamaba, era el último descendiente de una familia de grandes personajes, y en un mundo repudiado por Byron había llevado una vida completamente byroniana, narrando las aventuras de su azarosa existencia en una serie de poemas que le habían hecho famoso, pero que sus contemporáneos ignoraban por completo.

No me considero capaz de juzgar el valor que puedan haber tenido, pues los leí por primera vez cuando contaba veintitrés años. Entonces me sedujeron; denotaban pasión, altiva arrogancia y estaban llenos de vida. Me entusiasmaron, y aun hoy no puedo leerlos sin sentirme emocionado, ya que sus estrofas traen a mi memoria los más queridos momentos de mi juventud.

Me inclino a creer que Calixto de Santa Ana merece en sumo grado la reputación que goza entre la gente de habla hispánica. En aquel tiempo, toda la juventud tenía sus versos en los labios, y mis amigos no cesaban de hablarme de sus modales, de sus apasionados discursos -además de poeta era también político-, de su agudo ingenio y de sus amoríos.

Era un rebelde, y a veces también un bravo bandolero, pero, por encima de todo, era un fogoso amante.

Todos conocíamos la pasión que demostraba por tal o cual artista o cantante de renombre, pues habíamos leído hasta saberlos de memoria los encendidos sonetos en que describía su vehemente amor, sus angustias o sus odios. Sabíamos también que una aristócrata, descendiente de una orgullosa familia, habiendo cedido a sus ruegos, tomó despechada los hábitos cuando él dejó de amarla. Aplaudimos el romántico rasgo de la dama, ya que realzándola a ella halagábamos a nuestro poeta.

Pero todo esto sucedió hace muchos años, y durante un cuarto de siglo don Calixto se retiró desdeñosamente del mundo, que ya nada podía brindarle, viviendo solitariamente en Écija, su pueblo natal.

Hacía dos semanas que me encontraba en Sevilla, y cuando di a conocer mi intención de trasladarme allí, no por interés de conocerle, sino porque se trata de un pueblecito andaluz muy simpático y al que me unen gratos recuerdos, don Diego Torre se ofreció a darme una carta de presentación.

Parecía ser que don Calixto se dignaba algunas veces recibir la visita de los hombres de letras de la joven generación, con quienes conversaba imprimiendo tal fuego a sus palabras que electrizaba a sus oyentes, lo mismo que había hecho con sus poemas en la primavera de su vida.

-¿Y cómo está ahora? -pregunté.

-Espléndidamente.

-¿Tiene usted algún retrato suyo?

-Me gustaría tenerlo, pero se ha negado a dejarse retratar desde hace más de treinta y cinco años, alegando que no quiere que la posteridad lo conozca sino de joven.

Debo confesar que esta extraña forma de vanidad me conmovió. Se sabia que en su juventud había sido un hombre muy esbelto, y en una estrofa, escrita cuando comprendió que se desvanecería su aspecto juvenil, revelaba con qué amarga e irónica angustia contemplaba cómo esa gallardía que había sido la admiración de todos iba desapareciendo.

Sin embargo, rechacé la carta de presentación que me ofrecía mi amigo, contentándome con releer el poema que me era tan conocido. Por otra parte, prefería vagar por las silenciosas y soleadas calles de Écija en completa libertad.

Por esta razón, me sentí asombrado cuando la tarde de mi llegada al pueblo recibí una nota del mismo poeta. Don Diego le había escrito informándole de mi visita a Écija. Me hacía saber que le sería muy grato recibirme a la mañana siguiente, a eso de las once, sí tal hora me convenía.

En estas circunstancias no me quedaba otro remedio que ir a su casa en el día y a la hora sugeridos. Mi hotel daba a la plaza del pueblo, que en aquella mañana primaveral se hallaba muy animada. Pero tan pronto como me alejé de ella me pareció transitar por una ciudad casi desierta. No se veía ni un alma por las tortuosas y angostas calles, excepto alguna dama que regresaba de la iglesia.

Écija es, por excelencia, el pueblo de las iglesias, y no hay que alejarse mucho para ver alguna fachada derruida o la torre de algún templo donde anidan las palomas. En cierta ocasión me detuve para contemplar una fila de burros cubiertos con mantas descoloridas y cargados con unas cestas cuyo contenido no pude llegar a ver.

Pero Écija había sido en un tiempo lugar importante, y muchas de sus blancas casas lucen aún sobre las puertas de entrada imponentes escudos, pues a este lugar afluían las riquezas del Nuevo Mundo, y los aventureros que habían hecho fortuna en las Américas pasaban allí sus últimos años.

En una de esas casas vivía don Calixto. Mientras esperaba ante la enrejada puerta de entrada, después de haber tocado la campanilla, pensé con satisfacción que vivía en una casa en consonancia con su modo de ser. Había cierta grandeza en aquella entrada, que concordaba con la idea que me había formado del poeta.

Aunque sentí claramente el sonido de la campanilla cuando llamé, nadie acudió, por lo que me vi obligado a llamar varias veces más.

Por fin, una vieja se presentó.

-¿Qué desea, señor? -me preguntó. Tenía unos hermosos ojos negros, pero su mirada era hosca. Suponiendo que era el ama de llaves, le entregué mi tarjeta.

-Tengo una cita con el señor de la casa -le dije.

En el patio se notaba una agradable frescura. Era proporcionado, de lo cual se deducía que seguramente había sido construido por algún discípulo de los conquistadores. Los mosaicos estaban rotos, y en algunos lugares el revoque se había desprendido, dejando unas grandes manchas. Todo denotaba pobreza, pero también limpieza y dignidad.

Yo sabía ya que don Calixto era pobre. Había ganado dinero con facilidad, pero no habiéndole dado importancia lo había gastado sin miramientos. Era evidente que vivía en una penuria que desdeñaba tomar en consideración.

En el centro del patio había una mesa y dos sillones, y sobre aquélla varios periódicos de quince días atrás. Me pregunté qué sueños cruzarían por su mente cuando se sentaba allí a fumar un cigarrillo en las calurosas noches de verano.

De las paredes pendían varios cuadros típicamente españoles, algunos de ellos ennegrecidos y francamente feos, y aquí y allá unos bargueños sobre los cuales se veían algunas remendadas estatuas de barro. De una puerta colgaban dos pistolas, y pensé que tal vez hubieran sido utilizadas en el duelo celebrado a causa de la bailarina Pepa Montañez -la cual supongo que es ahora una bruja desdentada y vieja-, en el que había matado al duque de Dos Hermanas.

Este escenario, con las vagas reminiscencias que traía a la memoria, cuadraba tan perfectamente con el ambiente y la manera de ser del poeta que quedé completamente subyugado por el lugar.

Su noble indigencia le rodeaba de una aureola de gloria tan grande como la misma grandeza de su juventud. Se notaba que él también tenía el alma de los viejos conquistadores, y era decoroso que terminara sus días en aquella arruinada y magnífica casa.

Pensé que ésta era la forma en que debía vivir y morir un poeta de su talla.

Me sentía bastante sereno, aunque a la vez un poco enfadado ante la perspectiva de enfrentarme con él. Comencé a ponerme nervioso, y encendí un cigarrillo. Había llegado puntualmente, y me preguntaba cuál podía ser el motivo del retraso del viejo poeta. El silencio que reinaba por doquier era ciertamente molesto.

Fantasmas del pasado parecían cruzar el patio, mientras una época lejana surgía ante mis ojos. Los hombres de entonces poseían un espíritu aventurero y audaz que casi ha desaparecido hoy. No somos capaces de emular sus hazañas temerarias ni sus teatrales proezas.

Sentí un leve ruido, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Cuando al fin lo vi bajar lentamente la escalera, contuve la respiración. Llevaba en la mano mi tarjeta. Era un hombre viejo, alto y excesivamente delgado; su apergaminado rostro tenía el color del marfil antiguo; su cabello era blanco y abundante. pero sus frondosas cejas conservaban aún su color negro, lo que contribuía a que fuese más lúgubre el resplandor de sus grandes ojos. Era extraño ver que a su edad sus enormes ojos negros conservaban aún todo su brillo. Su nariz era aguileña y más bien pequeña su boca. No apartaba sus ojos de mí mientras se acercaba, y se notaba en su mirada que se formaba un juicio sobre mi persona.

Vestía un traje negro, y en la mano llevaba su sombrero de ala ancha. Su porte denotaba dignidad y firmeza. Era tal como me lo había imaginado, y mientras lo observaba comprendí perfectamente por qué había influido en el ánimo de sus semejantes y se hacía adueñado de sus corazones. Era un poeta. en todo el sentido de la palabra.

Llegó al patio y se dirigió lentamente hacia mí. Tenía, en verdad, unos ojos de águila. Sentí una emoción incontenible. viendo ante mí al heredero de los grandes poetas de España: el inmortal Herrera, el tan recordado y patético Fray Luis, el místico san Juan de la Cruz y el avinagrado y oscuro Góngora, de gran renombre...

Era el único superviviente de ese linaje de grandes hombres y un digno representante de ellos. En mi corazón resonaban las bellas y tiernas canciones que habían hecho tan famoso el lirismo de don Calixto. Cuando estuvo ante mí me turbé y pronuncié la frase que había preparado y con la cual pensaba saludarle

-Conceptúo como un alto honor, maestro, que un extranjero como yo haya podido trabar conocimiento con un poeta de su fama.

Pude ver en sus penetrantes ojos cuánto le divertía la ocurrencia. Una leve sonrisa se dibujó un instante en sus austeros labios.

-Disculpe, señor. No soy poeta; soy un simple comerciante. Se ha confundido usted. Don Calixto vive al lado.

¡Me había equivocado de casa!

FIN

Cosmopolitas, 1936

16 de marzo de 2013

Conversaciones Sabato Borges



Me parece muy triste morir: dijo Sabato

Los desencuentros de Sabato y Borges


 Falleció  Sabato a los 99 años, a tan solo dos meses de cumplir los cien. Y, aunque Borges murió hace ya un cuarto de siglo, podemos vaticinar sus palabras al respecto. Cuando su madre murió -también a los 99 años- y una periodista se lamentó de que no hubiera llegado a la centena, Borges le respondió sin piedad: "Veo que es usted una devota del sistema decimal". 

Borges era capaz de perder un amigo con tal de urdir una frase lapidaria. Y con Sabato, que no fue su amigo, se sentía muy libre de hacerlo. No hay en eso ninguna novedad. Y acaso, ningún interés. Sería una anécdota más sobre dos grandes escritores que, siendo compatriotas y contemporáneos, no simpatizaron. Como Chesterton y Wells. No obstante, detrás de esta animadversión, lo que hay de fondo y lo que vale la pena repasar, ahora que ambos han entrado en la historia, son dos maneras distintas de entender la literatura y la vida. Sabato quería la trascendencia; Borges, en cambio, "quería morir del todo, quería morir con ese compañero, su cuerpo". Sabato era grave como un Guayasamín; Borges era irreverente y no podía respirar si le faltaba el humor. 

En Diálogos Borges-Sabato (1976), el libro compaginado por Orlando Barone y que paradójicamente ha contribuido a acrecentar la falsa leyenda de su amistad, leemos lo siguiente:

BORGES: ¿Cuándo nos conocimos? A ver… Yo he perdido la cuenta de los años. Pero creo que fue en casa de Bioy Casares, en la época de 'Uno y el Universo'.

 SABATO: No, Borges. Ese libro salió en 1945. Nos conocimos en lo de Bioy, pero unos años antes, creo que hacia 1940".

 No estuvieron de acuerdo ni siquiera en la fecha en que se conocieron. Aunque Sabato estaba más cerca de la verdad. Fue poco después del 40 y en casa de Adolfo Bioy Casares, ese sí, el gran amigo de Borges, quien relata el desencuentro en sus memorias: "Sabato me pareció una persona de inteligencia activa —como Ricardo Resta, de quien se aseguraba 'piensa todo el tiempo'— y eso me bastó para recibirlo como a un amigo. De vez en cuando Sabato se permitía, a la manera de apoyo, pedanterías infantiles, que molestaban a Borges. Si había dicho algo intencionadamente paradójico, exclamaba (como si hubiera hablado otro y él aprobara por lo menos la audacia del concepto): ¡Margotinismo puro!". El tono de este comentario aparente críptico era de extrema suficiencia. Si uno pedía explicaciones, Sabato vagamente y con aire de pícaro aludía a un profesor alemán llamado quizá Margotius o Margotinus o algo así. Evidentemente se trataba de su monsieur Teste, su Bustos Domecq, su Pierre Menard; no quería ser menos que nadie; Borges no celebraba la broma: tal vez la invención de Sabato no fuera más allá del supuesto profesor, no llegara nunca a un reconocible estilo de pensamientos. A falta de eso, ponía Sabato ese inconfundible tono de satisfacción para exclamar "¡Margotinismo puro!". De todos modos, Sabato me parecía digno de estímulo y convencí a Borges (lo convencí superficialmente, para nuestras conversaciones de entonces) de que Sabato era inteligente. Se me ocurre que Borges no creía en esa inteligencia cuando estaba solo o con otros amigos". 

Pero siguieron las cenas en la casa de los Bioy, con Silvina Ocampo y eventualmente con algún miembro de la revista Sur, donde Sabato colaboraba. Sigamos con el relato de Bioy: "Un día me trajo (ya estaba viviendo yo en la calle Santa Fe, donde ahora vive Alicia Jurado) el manuscrito del Túnel 'para que se lo corrigiera'. Me pregunto por qué en el trato de escritores hay tantos malentendidos ¿por falsas modestias? ¿Por una vanidad que siempre merodea, como un chacal hambriento? Lo cierto es que leí con lápiz colorado el librito y, según mi costumbre (en ese tiempo corregía las traducciones de 'El séptimo círculo' y de 'La puerta de marfil'), lo corregí casi todas las veces que fue necesario. Cuando Sabato vino a retirar su novela, comprendí mi error. Él venía dispuesto a recibir elogios por un gran libro; yo le devolví un librito, plagado de errores de composición, que no podían corregirse (como esa patética imitación de Huxley, la discusión sobre las novelas policiales que interrumpía el relato) y páginas garabateadas de elementales correcciones en rojo: correcciones de palabras, como constatar, de sintaxis, etcétera. Nuestra amistad, que nunca fue del todo espontánea, empezó a deteriorarse". En el voluminoso libro póstumo de Adolfo Bioy Casares, Borges, donde puntualmente anotaba las conversaciones que casi a diario sostenía con su amigo, leemos en la entrada del 11 de julio de 1950: "Come en casa de Borges. Comentamos el carácter de Sabato. Según Borges, lo que está mal en él es que su conversación es demasiado anecdótica, se parece demasiado poco al pensamiento". Se acabaron las tertulias. 

Solo en 1974 el azar volvería a reunirlos en la librería La Ciudad de la Galería del Este. Un raro ejemplar de El Quijote rompió el hielo y los animó a intercambiar palabras después de tantos años. Orlando Barone, presente en la librería, tuvo entonces la idea de sentar a conversar a sus dos admirados maestros. Tuvo que convencerlos por separado y con la promesa de no hablar del peronismo, un tema que exasperaba a Borges. Aunque Sabato le advirtió: "La política suele entrar por la ventana o por una hendija cuando uno menos lo espera". Y entró, Borges terminó recordando aquel sórdido episodio en que el gobierno de Perón lo "traslada" de su modesto empleo en una biblioteca de Almagro para nombrarlo "inspector de gallinas". Fueron sesiones semanales de dos y tres horas durante tres meses en el apartamento de la pintora uruguaya Reneé Noetinger y en un bar de Maipú y Córdoba. Cada uno se instala en su trinchera y la conversación no es fluida. Hay una calma chicha, silencios incómodos. "Hay un momento que percibo tenso, como esos segundos previos a una polémica, a una lucha de opiniones contrarias", dice Orlando Barone. Después de un largo rato, Borges, al fin, consigue sacarle una sonrisa:

SABATO: (con tono escéptico) Pero dígame, Borges, ¿a usted le interesa el budismo en serio? Quiero decir como religión. ¿O solo le importa como fenómeno literario?

BORGES: Me parece ligeramente menos imposible que el cristianismo (ríen).

Sabato no pierde oportunidad para recalcarle a Borges que su literatura es difícil, erudita. Más adelante, cuando Sabato le recuerda su gusto por Almafuerte, "un poeta de barrio", Borges aprovecha para sacarse el clavo: "Todos somos poetas de barrio". 

Como a Juan Pablo Castel y María Iribarne, un largo y oscuro túnel los separaba. Sabato era un intelectual preocupado por la deshumanización a la que nos había llevado el avance incontrolado de la ciencia y la técnica, por el predominio de la razón sobre los sentimientos. Y, entre grandes dudas y zozobras, abogaba por un cambio. Borges era un apolítico, desdeñoso de las teorías y la realidad (a no ser para parodiarlas) e interesado únicamente en el hecho estético, en la extraña música de las palabras. El existencialista y el lúdico. Para Sabato escribir fue un desgarramiento; para Borges, un alivio que lo ayudaba a olvidarse de sí mismo y su circunstancia. Sabato acaba de morir y Borges murió hace 25 años, pero en algún lugar del "inconcebible universo" se está repitiendo este diálogo:

-BORGES: Cómo, ¿usted le tiene miedo a la muerte?

SABATO: La palabra exacta sería tristeza. Me parece muy triste morir.

BORGES: Yo pienso que así como a uno no puede entristecerlo no haber visto la guerra de Troya, no ver más este mundo tampoco puede entristecerlo".

15 de marzo de 2013

"Peces Transparentes"

Peces Transparentes

 

Heridas.


Ya sabes,
no es sencillo
caminar todo el día con las heridas puestas.

Donde acaba el dolor
-si es que termina-
nace el cansancio de arrastrar las cicatrices
a la vista de todos.

Pero no aceptes nunca
la ofrenda fraudulenta
de aliviarte del peso
que te harán muchas veces.

Nadie quiere cargarse con heridas extrañas.

Guárdalas en bolsillos,
tápalas con sonrisas
o exhíbelas, si las piernas te respaldan,
con sus muescas
y con sus desniveles.
Sin esconder ni un solo palmo de fracaso.

Ya lo sé, es complicado
moverse por el mundo con las heridas puestas.

Aún así, 
no te las quieras despegar  como si fueran
una calcomanía.

Algún día, te pasarás la mano por la piel
y no sabrás distinguir lo que está liso 
de lo que está mordido.

 HAMBRE

No me preguntes por qué no tengo hambre.

Pregúntale al cerezo,
al granjero que cuida las gallinas,
a las migas que caen desde el mantel
al suelo
y se arrepienten en el último segundo.

Pregúntales a las cajeras del supermercado,
al repartidor de pizzas,
al temporero que viaja cada año
a recoger tomates
a Almería.

A mi no me preguntes.

Si el hambre se me escurre
entre las comisuras de los labios,
no es por falta de ganas de comerme
tres veces
el centro de la tierra.

Es que desde hace tiempo,
todo me sabe a miel de alcantarilla
y al agua que remueven
en los charcos
las ruedas de los coches.

A mi no me preguntes.

Mi lengua sigue viva.
JULIA CONEJO

Del poemario: Peces transparentes

La autora tiene un Blog que se pude ver Aquí

Los Motivos del Lobo Rubén Darío

Rubén Darío


Los motivos del lobo

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!
Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertos y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: "¡Paz, hermano
lobo!" El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: "!Está bien, hermano Francisco!"
"¡Cómo! exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangare que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?"

Y el gran lobo, humilde: "¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
¡Y no era por hambre, que iban a cazar!"

Francisco responde: "En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"

"Esta bien, hermano Francisco de AsIs."
"Ante el Señor, que toda ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata."
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, bajo la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: "He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriente.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios." "¡Así sea!",
Contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto en los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dió treguas a su furor jamás,
como si estuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos los buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fué a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.

"En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote dijo, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho."

Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:

"Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía, 
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.

Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fué como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad."

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: "Padre nuestro, que estás en los cielos..."